La vida me enseñó que hay que creer en hechos, no en palabras.

Las agujas del reloj avanzan lento, recorren la esfera como si tuvieran encima un peso. Tic-tac. Algo les impide avanzar, el minutero retrocede y vuelve a avanzar. ¿Qué está pasando? El tiempo no espera, no para. ¿A qué esperas?
Guiarse por un par de agujas no siempre tiene ventaja, marca la hora que es, no el tiempo que te falta.