A veces me pregunto que qué he aprendido en lo que llevo vivido.

Dejé de creer en casualidades y comencé a pensar que quizás sí que exista el karma. Decidí encajar las piezas para darme cuenta que no es tan importante si te dejan. Que siempre hay alguien que te está esperando aunque tú no lo sepas. Que las amenazas llegan pero pocas se cumplen, y que las burbujas explotan cuando te poner a pensar en la ducha. Que los amores platónicos existen, y que la persona a la que amas, te puede engañar sin más. Que a veces sobran tanto los por qué, como los porque. Que hay días breves y noches largar, y a veces al revés también. Que no tiene porqué bailar mejor un griego que un tirolés. Que en china el arroz sabrá mejor y que aquí el cielo me aplasta porque el suelo está subiendo a contra reloj. 
Que mandar las cosas a la mierda no funciona, y que esperar es el peor castigo, y que las recompensas no son siempre como piensas. Las cosas no son eternas, pero los recuedos sí. Que hablar por las noches te da sueño por la mañana y que rascarte la marca que te dejaron los calcetines, hace que suspires. Que no se sabe que es peor, que te mientan y te prometan, o que te hablen mirandote a las tetas. Que no valen las excusas, ni ya se juega a echar carreras con las bicicletas, ni se vuelvan las cometas. Que ahora lo que se llevan son las drogas y las ruletas.

Voy a enseñarte que recibirás lo que des, y que a veces es mejor tener la mente fría. Quiero que sepas que ya no soy la misma, que le quiero más que a nada, y que soy una persona rara. A veces fría. De las que siempre se fía.