Recuerdo cuando todo era más fácil.

Es cierto que tan sólo tengo quince años, que aún me queda mucho por vivir, por disfrutar y por sufrir, por equivocarme, recapacitar y escarmentar, por explorar nuevas situaciones, por recorrer y ver cosas nuevas, por tener mil sensaciones diferentes, tanto buenas como malas, lo sé. Pero también sé que con estos quince años, he sufrido mucho, y no quiero que el resto de mi vida se resuma en esto. Estar harta de escuchar cualquier canción y que los recuerdos te aturdan, y te dejen paralizado durante unos segundos mientras piensas en esa persona que tanto querías, y que se acabó llendo de tu lado tan solo por tu culpa, y que sabes, que aunque pase el tiempo jamás la volverás a tener. También recuerdos de cuando eras pequeña, sí, aquellos entrañables tiempos en los que llorar era tu arma de defensa y las golosinas tu objeto de felicidad, y no necesitabas otra cosa, más que un par de juguetes y el cariño de tus padres. También recuerdos de cuando todo era muy fácil, en que todo se solucionaba con un piedra, papel, tijera, y no peleando. En que desahogarte no sabías ni su significado, y ahora ahogarte en tus propios llantos se ha vuelto tu mayor afición. En que una sonrisa sea lo más caro que puedas alcanzar, cuando antes te la sacaban con un simple paseo en la calle. Cuando estar en el parque con tus amigos era lo más importante de cada tarde, y ahora eso se ha convertido en algo habitual y aburrido. Extrañas muchas cosas, cosas inalcanzables, algo que jamás volverás a tener, por mucho que te esfuerces. Y entonces, es cuando te das cuenta de todo lo que dejamos atrás, te lo que echamos de menos esa infancia, y todo lo que pertenece a ella, y ahí, es cuando empiezas a derramar lágrimas, acordándote de muchos momentos vividos, de todo lo que echas de menos, de todo lo que podrías tener, y ahora no tienes absolutamente nada, es triste ver como pasa la vida, que el tiempo no pare, y tú.. tú no poder hacer nada respecto a ello.